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CUANDO EL ARTE NO TIENE EDAD

Laura Catalina Gracia, mail:lauragracia_120@yahoo.com.ar

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Tarde fría en San Telmo, mientras las calles adoquinadas se tornan una meta compleja para transitar, a los que prefieren los pies, a las ruedas de autos para atravesar el espectáculo. Los edificios más tangueros se exhiben como monumentos a la nostalgia del 2 x 4 y de sus personajes.

Los sábados por la mañana en este típico barrio porteño son más bien para pasear, aquí se pude ser un turista más, aunque vivas a la vuelta del mercado de San Telmo, es posible confundirse con las caras curiosas que observan el paisaje de vidrieras repletas de artesanías y recuerdos típicos de Argentina: Mates, bombillas, pochos, llaveros, apoya vasos, fotos, y otras cosas más que dejo a la imaginación del lector.

En los alrededores, se observa una muestra cosmopolita de restaurantes, ya que en los últimos tiempos, la arribada de la cocina extranjera ofrece diferentes posibilidades para degustar comidas típicas de diversos países del mundo.

Pero lo que es una grata curiosidad la representa EL MUSEO DEL TITERE, que incrustado en la esquina de Estados Unidos y piedras invita a los curiosos a acercarse y compartir una maravillosa obra, donde los personajes de tela cobran vida en cada función.

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Fundado por las docentes y artistas, Mane Bernardo y Sarah Bianchi, en el año 1995, que cuenta con un patrimonio de más de seiscientos títeres que se exhiben ordenados según su técnica y su origen. Es que la diversidad se encuentra no solo en el modo que fueron creados y los materiales que los constituyen, sino también en las diferentes regiones desde donde se concibieron.

En una de sus tres salas de exhibición se pueden encontrar por ejemplo, representaciones de Europa y de Oriente: Algunos de los muñecos viajaron desde Checoslovaquia, Rusia, Italia, Inglaterra y España. Pero además hay otra habitación para los representantes de titiriteros Latinoamericanos y la última sala fue destinada para las producciones locales, las argentinas.

El propósito fundador fue documentar el trabajo de los titiriteros, aunque recién tuvo espacio físico en el año 1995 en la casa que vio nacer a una de las fundadoras, Mane Bernardo.

Siguiendo con la intención de crear una especie de reservorio cultural un dato muy importante es la constitución de una biblioteca que posee en su haber más de mil títulos dedicados a la historia y a las técnicas titiriteras, además de contar con el Archivo del Títere, y de las obras artísticas de sus fundadoras.

En esta sociedad donde parece que los espectáculos para niños y los juegos populares de no más de dos décadas atrás, parecen haber desaparecido en el interés del niño computarizado de hoy en día, se ha encendido la curiosidad de esta cronista de saber si a través de la experiencia de los expertos artistas titiriteros se podría tirar por tierra las afirmaciones anteriores y observar el comportamiento de los niños como espectadores de las producciones titiriteras.

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Es por esta razón, que sería mejor hablar con el equipo que actualmente conduce este mágico museo.

Es uno de los primeros sábados más fríos del año, y son las cinco de la tarde, y en la intercesión de Estados Unidos y Piedras, la vida de los muñecos se vuelve a encender, mientras soy recibida por Antonio Eduardo Depiano, actual Director del Museo y de la Fundación, se pueden escuchar las voces de los personajes de la obra que se está desarrollando en ese instante. Y lo mejor, son los gritos y la risa de los niños que disfrutan e interactúan con los actores de tela.

La charla comenzó con la historia de Antonio, y su inclusión dentro de la institución y del mundo de los titiriteros, pues esta profesión es una práctica enteramente artística, donde la pasión y la creatividad no dejan tregua.

Antonio: - “Conocí a Sarah Bianchi, a Mane Bernardo no la conocí, porque ella murió en 1991. Mi llegada acá fue un poco larga. El sobrino de Sarah fue un celador mío y como él sabía de mi afición a los títeres, porque yo tuve teatro de títeres entre los doce y los veinte años, con un grupo de compañeros de la escuela, y como él estaba al tanto, y había que cubrir un cargo en la fundación, me invito para ver si quería venir. Y le dije que sí. Me interesaba mucho la cosa, yo soy médico, te aclaro, de cualquier manera, me interesó mucho esto. Y me acerqué. Después, hubo cambios y renuncias en la Comisión Directiva, y bueno quedo él, cuando murió Sarah Bianchi, como presidente. Luego por un problema personal renunció, y yo que estaba de vice, termine siendo presidente e indirectamente por ahora el director del museo”.

Sentados en la primera sala donde se exhiben los muñecos internacionales, traídos en los viajes que las fundadoras realizaban a diferentes partes del mundo en su búsqueda constante por aprender nuevas técnicas para la elaboración de los personajes y para el manejo de estos mismos. La colección se fue formando no solo por los muñecos comprados o encontrados por Mane y por Sara, sino también por donaciones de amigos y colegas de diferentes lugares del mundo que contribuían con el museo. Allí y con el ruido ambiente propio de un lugar muy transitado de Buenos Aires, Antonio hablaba sobre la tarea del titiritero y de lo que el lugar ofrece a quienes se dedican a esta pasión, y contaba que:- “Los titiriteros son muy particulares en el sentido de que, no sé si lo debo decir, son muy individualistas. Porque a ellos uno les ofrece el lugar, como hacemos todos los sábados y domingos a las 16.30, pero hay que brindarles un poco todo, haciendo un poco de catarsis, seguía describiendo:- Desde la difusión previa, todo el lugar, ellos solo vienen y hacen su función, cosa que no ocurre en otros ambientes teatrales, en donde también los que trabajan o los que actúan, se dedican a hacer la difusión, etc, etc”.

Con respecto a la forma en la cual se sustentan el director del museo asegura que no tienen ningún subsidio de ningún ente oficial: - “Nosotros nos sustentamos gracias a las funciones de títeres de los sábados y domingos, donde se cobra una entrada, que es muy barata, muy barata. Porque hay lugares que en este momento están cobrando doscientos cincuenta pesos la entrada, nosotros estamos cobrando ciento veinte. Y con las visitas guiadas de las escuelas, que en el mes de junio tenemos bastantes, frecuentemente vienen en el turno de la mañana o en el turno de la tarde. Se les hacen, a los primeros que llegan, un recibimiento, se les muestran los diferentes títeres que hay, ya sean títeres de guante, de marioneta, o de varilla, y otros materiales, y se les dan muñecos para que tengan en la mano alguno de ellos”.

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La opinión de este titiritero es que los niños siguen respondiendo muy bien a este tipo de espectáculo, a pesar del interés que prestan los chicos a todo lo tecnológico, las risas y las intervenciones de los pequeños en la obra fue una prueba fehaciente de ello.

Cuando ya la charla estaba tomando calor, llega de improviso el sobrino de Sarah Bianchi, Julio, y se une al fogón de esa tarde de sábado.

A partir de ahí comenzó a girar el tema de la actividad del titiritero hacia la historia apasionante de dos mujeres que en los años cuarenta y “sin un hombre que estuviera detrás de ellas”, según las palabras de Julio, como la sociedad lo ameritaba, en ese entonces, supieron afrontar proyectos, tras proyectos, hasta el día de su muerte.

Mane Bernardo, la mayor, había nacido en el año 2013, era profesora de dibujo y pintura, grabado y cerámica, “era una artista absoluta y total”, según cuenta de Antonio, además era artista de actuación y de dirección teatral. Era profesora de la Carcoba, de Bellas Artes. Y en un zigzag de datos y anécdotas entre los dos responsables del Museo sigue lo siguiente: “En octubre de 1933, vino acá Federico García Lorca. Lorca era titiritero, y tiene escrito muchas obras para títeres, él estuvo hasta Marzo del 34 acá, en Buenos Aires.

Esto, por el museo, lo abrió Sara en el 95. Federico García Lorca, una noche antes de irse”, hacen una pausa para comentar: -“por supuesto que a él lo seguía toda la elite culta de Buenos Aires, y de la Argentina, estaba permanentemente rodeado de pintores, escritores, etc,” prosiguiendo con el relato, “y la última noche que estuvo en Argentina hizo una obra de títeres, en el hall del Teatro Avenida, ahí fueron toda la cúpula cultural de Buenos Aires. Acá tenemos dos títeres de él”, asegura orgulloso Antonio.

A Lorca, según el relato de los entrevistados, lo secundaba Ernesto Arancibia, quién era un escenógrafo, y después fue director de cine, en Buenos Aires, lo secundó al escritor, armándole muñecos, y asistiendo al artista en lo que necesitara.

Pero cuando él se fue, en Marzo de 1934, Arancibia fundó, al poco tiempo, un Teatro de Títeres en Buenos Aires, y la invitó a Mane Bernardo a participar de ello. Ella estuvo ahí y después se creó en la misma ciudad, el Teatro Nacional de Títeres, q

ue funcionaba en el Teatro Cervantes, y Mane, terminó siendo la directora de ese lugar. Este teatro tuvo vida hasta mediados de la década del cuarenta.

“En ese entonces”, cuenta el sobrino de Bianchi, “más exactamente en el año 42, Mane conoce a Sarah y ahí se produce la unión de ellas dos”.

Las fundadoras compartían su pasión por el arte, Sarah Bianchi era profesora de letras, traductora de francés y pintaba. “Mane Bernardo primeramente era pintora, tenemos un montón de cuadros de ella. Era muy cotizada en la década del 40, y después las circunstancias hicieron que se la olvidara un poco, pero tenemos recorte de revistas y diarios donde se anunciaban sus exposiciones, los comentarios de sus cuadros y demás.” Dice Julio orgulloso del caudal de arte que conforman la sala de archivo donde están guardadas las obras literarias y pictóricas pertenecientes a las dos artistas pioneras del títere.

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Desde que estas dos mujeres se conocieron en 1942 no se separaron nunca más, trabajaron muchísimo, y estuvieron siempre juntas compartiendo proyectos, sueños, y arte.

Como dato color, para conocer un poco más de la personalidad de estas mujeres, y siempre según los expertos en sus biografías, “ellas no pudieron permanecer atadas a un matrimonio, han vivido para promocionar la práctica del titiritero, a pesar de las críticas que recibieron de sus familias. Mane Bernardo se casó y se separó a los pocos años, y Sara nunca se casó. Se cuenta que su novio se suicidó un tiempo después de haber terminado la relación pero las causas, según su sobrino, no tenían nada que ver con Sarah”.

Por otro lado, uno de los entrevistados arroja un peculiar dato a tener en cuenta:- “En general las páginas de los diarios, de los medios de difusión, de esa época, generalmente publicaban las críticas de las obras para chicos, eso los sé muy bien, asevera, porque hubo una crítica de teatro muy amiga de la casa, que murió hace unos años, y que se llamaba Ruth Mell, y era del diario La Nación. En una ocasión le preguntamos por qué no hacía críticas de las obras para mayores, que acá se hacían y también en otros lados, y decía que La Nación, consideraba que el género títere era para chicos solamente. Esa era la especie de desconocimiento que había, o el no tener mayor interés de promocionar ese tipo de obras”. Se queja Bianchi.

Es que aun en la actualidad, este prejuicio o falta de conocimiento del mundo del Títere está presente en el imaginario social, a nadie se le ocurriría ir a ver una obra teatral para adultos actuada con marionetas, pero dentro del repertorio que posee el Museo hay una abundante legado de obras para adultos. Esta práctica no es exclusivamente dirigida a los niños, sino que es un arte que utiliza muñecos de diferentes soportes y tramas para contar buenas historias.

La innovación de estas dos mujeres pasaba no solo en la técnica sino también en los temas que abordaban, por ejemplo Sarah que junto con Mane habían creado el movimiento de las manos sobre la técnica de las sombras. De hecho, según el sobrino de Bianchi, “hay un video donde explican las posibilidades de la mano, que con algún otro elemento pueden formar cualquier cosa: un collar, una dama, un personaje de determinadas épocas. Fueron creando técnicas. Sara tenía una enorme habilidad con las manos, y con todo el cuerpo en general. Había un espectáculo donde Sara hacía un striptease con la mano. Lo prohibieron, dijeron que era inmoral. Esta técnica se llamaba PANTOMANOS: PANTOMIMAS DE MANOS.”

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Dentro de uno de los edificios más antiguos de San Telmo se encuentra en su interior la historia de dos mujeres pioneras y apasionadas y de un legado valiosísimo y basto para los interesados en el mundo del títere.

Pero además se encuentra en cada una de los objetos recopilados historias y vivencias encerradas en su interior, tal es el caso de uno de los baúles que están dentro del museo y que cuenta con la siguiente historia: “- La inauguración del museo fue original, Sarah dijo yo no voy a aparecer de cualquier manera, entonces se metió dentro de un baúl, y todos preguntaban dónde está Sarah, dónde está Sarah, y en un momento se escucha una voz que dice: sáquenme de aquí, sáquenme de aquí, y salió. Todos decían esta mujer está loca” cuenta entre risas su sobrino”.

Pero quizás la historia más relevante para esta artista del títere es la de su muñeco Lucecita, y dice así: “es un muñeco de los primeros que hicieron en el museo del Teatro Cervantes, era uno de los tantos títeres que había, la mayoría se perdieron en el incendio. Sarah y Mane lograron rescatar, pagando a los peones que estaban limpiando los escombros, pedazos de muñecos, o algunos en condiciones, entre esos estaba lucecita, ella decía según recuerda su sobrino, “yo nunca recuerdo que pasó, trajimos todo, acá en la calle piedras. Ellas tenían el estudio con un montón de cosas, y después de dos o tres años quedó el bolsito ahí, y nunca lo sacaron porque quedo olvidado. Pero un día hurgueteando encontraron el bolso y lo abrieron y apareció lucecita.” Este personaje, recuerda Julio, decía lo que Bianchi no podía decir, era insolente y maleducado, pero representaba todo lo que en realidad había que decir pero que en esa sociedad quedaba mal visto.

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Y Sara se aprovechaba para expresar sus más rebeldes pensamientos.

El trabajo de Mane Bernardo y de Sarah Bianchi continúa en la calle Piedras de la mano de un grupo de personas apasionadas y soñadoras como sus fundadoras, Antonio, Julio y Celia, encargada y guardiana del lugar, junto con sus tres gatos, reciben a los invitados con mucha calidez y encanto.

No es solo una visita para niños, es una visita para todos aquellos que les interese el arte y los sueños. Es un espacio para aprender el oficio de crear y manipular títeres en los diferentes talleres que se dictan en la fundación.

Es un lugar digno de recorrer una tarde cualquiera de fin de semana con calor o con frío, el clima lo ponen los personajes.

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