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Watashi wa aruzenchin jin desu! La unión de culturas.

¡Yo soy argentino! Exclama nuestro título. No habría título que describiese mejor nuestro tema, como el país del sol naciente forma parte de nosotros, como se unen nuestras culturas gracias a un intermediario que llego a nosotros hace 40 años: el anime

El sábado 18 de mayo hacia bastante frio, pero era un día perfecto para salir, el sol iluminaba como si fuese verano y el cielo estaba totalmente despejado. Llegando al Centro Cultural Galicia se podía ver desde la cuadra anterior, la gran fila de personas esperando para entrar a La Random, evento organizado por Jigoku Producciones, una de las pocas productoras que organizan eventos en argentina y la que más fuerte pisa con sus secciones de eventos como Jigoku Style, Stream Night, Jigoku Market y Random entre otras. En la fila hay personas de todas las edades, niños, adolescente, adultos y familias que vienen a disfrutar de un gusto en común, el anime, pues este no discrimina y ha formado parte de la vida de varias generaciones en argentina. La mayoría comenzó a consumirlo por programas de cable como Magic Kids o Canales como Cartoon Network, con animes como Sakura Card Captor, Sailor Moon, Dragon Ball Z, etc. Pero los más veteranos comenzaron ya desde los 70’s con clásicos como Mazinger Z.

El momento esperado llego y todos podemos entrar, al entrar nos encontramos con todo tipo de merchandising sobre todo tipo de series anime, remeras, tazas, posters y almohadas de tamaño real con la imagen de nuestro personaje elegido recostado a lo largo, para compartir nuestros dulces sueños con él.

Pero lo más mágico al entrar es toparse con personajes que han crecido con nosotros en las pantallas de la televisión como Goku o Ash el entrenador Pokémon y personajes que jamás pasaron por la televisión argentina, pero han tenido tanto éxito que todos conocemos un poco de nombre, aunque sea como la serie Death Note, en tamaño real, en 3d por así decirlo. Caracterizados por jóvenes, niños y adultos, llamado COSPLAY. Un trabajo de dedicación donde los aficionados preparan sus trajes, tras arduas horas de costura, fallos y meses para conseguir el dinero, para presentarse como su personaje favorito el día del evento elegido, o al menos eso es lo que nos cuenta Miru-Chan. Una joven argentina de 20 años que hoy se pone en la piel de Yuno Gasai, personaje de Mirai Nikki.

Miru - Chan comenzó a ver anime por su propia cuenta, es decir, buscándolo, con la serie llamada Death Note, recomendación de su primo. Serie que ha alcanzado la fama mundial al punto de tener su propia adaptación cinematográfica en Netflix. Dichos personajes como L han llegado a robar su corazón y el de más de una persona. Sin importar los contratiempos, como el no tener pc propia, Miru se sumergió más y más en este mundo ya sea yendo al ciber o comprando series en las convenciones.

Pero el catálogo de adquisiciones que fueron acumulando Miru y los aficionados, también llamados otakus, no consta únicamente de series e historias, también incluye manga, películas y gran parte de la cultura japonesa/asiática. El Maid Café o Restaurant de Cosplay, cafés habituales en la capital del país del sol naciente donde los y las meseras te sirven disfrazadas de… ¡sirvientas! Los cuales también son habituales e las convenciones argentinas; expresiones como ¡moshi moshi! (diga, diga) A la hora de atender el teléfono, arigato (gracias) a la hora de agradecer; los honoríficos al final de cada nombre como una forma de respeto (Chan para aquellos a quienes les tenemos cariño y los menores, San para los iguales, Senpai para los mayores, etc.); y hasta los gustos gastronómicos.

‘’ Lo que me atrapo de Japón no fue que allá se hacia el anime, de hecho, el anime fue el que me acerco a su cultura, no al revés’’ Dice miru para explicarnos el de esta adquisición.

El sistema escolar, el respeto, la identidad colectiva, los paisajes y el valor de las palabras de su idioma. Como es el ejemplo de la palabra Te amo y sus tres significados: DAISUKI, para quienes aún no son pareja, AISHITERU para las parejas y KOISHITERU para aquella persona con la que queremos pasar el resto de nuestra vida.

Estando en el Maid Café de la planta baja repetimos ITADAKIMASU! (que se aproveche la comida) y nos despedimos de Miru y del evento mientras se escucha el karaoke de opening y ending’s de las distintas series de anime (aperturas y cierres de musicales de cada capítulo) que viene del segundo piso.

''Fue en el 2009'', cuando dos estudiantes de diseño aficionados al anime y su país de origen que concurrían con cierta constancia a los distintos eventos organizados con esta temática, notaron que los precios de los productos eran casi inaccesibles para aquellos de clase media, media/baja y tomaron la iniciativa de crearlos ellos mismos a precios más accesibles. Este emprendimiento comenzó tomando pedidos vía Facebook y llevándolos a los distintos puntos de entrega, hasta que finalmente gracias a su tenacidad y esfuerzo lograron abrir su local en la calle Vera 589, Villa Crespo.

Ahora no solo venden los distintos productos, sino que también, en el primer piso de local y con el proyector que un amigo les presto, proyectan las distintas películas nipponas con su idioma original una vez por mes ¡y de forma gratuita!

Es así como los niños que comenzaron a ver anime luego de la escuela casi casualmente, se volvieron adolescentes curiosos que se sumergieron en el mundo del anime y la cultura japonesa a la edad aproximada de 13 años para convertirse en adultos que volvieron parte de su vida el anime y lo volvieron accesible para aquellos que quizás no tienen tantos recursos o conocimiento.

El anime ha formado parte de la vida de los argentinos desde hace muchos años, cuando incluso nadie sabía de donde venia y solo lo disfrutaban a la hora de la merienda hasta ahora que globalmente su cultura es admirada en el mundo y sus obras han pasado a ser obras artísticas de culto. El anime no solo nos ha entretenido, ha unido culturas, nos ha enseñado historia y nos ha concienciado como el ya retirado director Hayao Miyazaki con películas como El viaje de Chihiro o El viento se levanta, que, de hecho, en la facultad de sociales es material obligatorio en la carrera, o nos ha enseñado la inocencia y la crueldad como Isao Takahata con La tumba de las luciérnagas o La leyenda de la princesa Kaguya. Porque el anime no discrimina, no importa la edad, ni el país, ni su cultura.

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