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Tacos gastados, sombreros empolvados

Las calles de Capital Federal se encuentran repletas de representación hacia esta danza, en algunas como la peatonal Florida se puede encontrar fácilmente a un grupo de personas, sean argentinas o extranjeras, observando con interés como los bailarines ejecutan sus pasos de manera agraciada, intentando seguir con la mirada los movimientos, algunos comprendiendo lo que hacen, otros uniéndose para ver qué está sucediendo allí. Un hombre pasa con un sombrero negro, mientras pide algún tipo de colaboración. Los parlantes resuenan a través de la peatonal, llamando la atención de otras personas que se encuentran un poco más alejadas, haciéndoles sentir una curiosidad tan grande que terminan uniéndose al grupo. Los bailarines hacen una reverencia, para luego posar y dejar que la gente tome algunas fotografías que servirán como recuerdo de la experiencia. Cuando hablamos de Tango, viene a la mente este tipo de situación, o a los cantantes que representaron la cultura musical Argentina en su momento, como Gardel u Homero Manzi, pero no hay un interés general tan grande como en otros tópicos. Probablemente pasee por la mente el Abasto, o aquellas estaciones de subte o paredes en zonas cercanas, pintadas con representaciones del baile. Se podría también pensar que el Tango no es del interés de la juventud, que es algo para gente que tiene la cultura muy arraigada o para llamar la atención de los turistas únicamente. Es verdad que muchos extranjeros que vienen al país desean aprender sobre el tango y suelen preguntar dónde se puede recibir algún tipo de enseñanza al respecto, tal como sucedió en la línea H hace un tiempo, donde dos chicos chilenos preguntaban por esto. Otra turista, procedente de Mar del Plata, comenta que siempre se escucha tango en el hotel donde se está quedando actualmente, y personas de países más alejados, como Estados Unidos, dicen que lo único que saben de Argentina es el fútbol.. y el tango.

Pareja bailando tango en la estación Corrientes de la línea H, frente a Gardel y Discépolo.
Realizado por Leon Untroib "El renovador del filete"

Otro primer pensamiento puede ser es cosa de viejos, o que las juventudes no están acostumbradas a aquello, pero Camila dice lo contrario. Con 29 años, ella frecuenta milongas, aquellos bailes nocturnos muy parecidos a los boliches que la juventud frecuenta, pero con la diferencia de que allí se baila únicamente Tango. Como particularidad, comenta la abundancia de Tango Electrónico, con bandas como Bajofondo. También es asistente en un local donde se enseña la tradicional danza. “Pensaba que iba a estar rodeada de gente grande, pero no pasó” cuenta, rememorando su primer contacto con la danza hace ya 8 años, donde se encontró con personas de su misma edad. Las milongas y las escuelas de tango son normalmente frecuentadas por personas con un promedio de edad de 22 años, cosa que no se esperaría normalmente, y además, la mayor parte son mujeres. “Los días que haya partido, olvidate que aparezca un hombre en la clase” comenta, soltando una carcajada. Las clases también suelen estar explicadas en español e inglés, para comprensión de los extranjeros de países anglosajones. Además, el lugar donde es asistente Camila posee el beneficio de una clase gratis, donde “los curiosos pasan a probar”. Ella invita a formar parte de dicha clase, o si ya se posee un conocimiento sobre el baile, a visitar la milonga para principiantes que se hace cada fin de mes, con profesores y alumnos que están aprendiendo la danza, para mejorar y divertirse un rato. El lugar está ubicado cerca de la estación Medrano de subte, llamado DNI Tango. Claramente, no es la única escuela donde se puede aprender, ya que hay más esparcidas en la capital, algunas siendo hasta completamente gratuitas. Para esta danza no hay ningún límite. Al entrar al lugar, se encuentra una pequeña recepción, donde una asistente pregunta el nombre y el DNI de la persona que va a comenzar a asistir. Se entrega un pequeño papel y una lapicera para completar dichos datos, acto seguido comprobando si esta persona ya se encuentra registrada. Se le permite pasar luego de pagar (dependiendo de la clase, los precios rondan entre 100 y 130 pesos, dependiendo de si se utiliza un bono o se pagan por separado) o luego de comprobar que es su primera clase, para llegar a una puerta muy alta de madera, con vidrios donde se puede ver el interior de la misma. Piso de madera, paredes blancas, una pequeña ventana y al lado un equipo de música es el lugar donde comienza la magia. Dependiendo del día, el espacio es un poco más limitado, tanto que a veces se reparten las personas con otro salón que hay al lado. Ya en el aula, luego de una breve explicación, los profesores emparejan a las personas, que no necesariamente vinieron acompañadas, para luego enseñarles los pasos básicos y convertir el lugar en una pequeña milonga, donde la gente puede trastabillar, hablar con la pareja que le tocó o intentar improvisar algún paso nuevo, sin necesidad de sentir vergüenza, ya que todos allí están para aprender algo nuevo. Después de un tono, las parejas van rotando, y se va creando el tan deseado ambiente tanguero. Mientras la gente baila, suele hablar entre sí, sin importar si se conocen o no, ya que pasarla bien también es parte de la clase

. Se presentan, hablan de sus vidas un rato, se liberan. En estos lugares se encuentra todo tipo de gente, jóvenes, adultos, extranjeros, argentinos. Todos se unen en el mismo ambiente, sin importar sus diferencias, es bastante hipnotizante observar dicha escena. Finalizada la clase, las personas participantes intercambian algunas palabras, opiniones de la misma, si van a volver a ir alguna vez. “Se me pasó el tiempo muy rápido!” se escucha en el fondo del aula. “Me trajo mi mujer, pensé que me iba a aburrir pero la pasé bien” comenta un hombre, que justo después recibe una mirada punzante de quien parece ser la cónyuge. “No voy a poder volver, pero fue una experiencia nueva, me gustó vivirla” comenta otro de los compañeros en aquella clase, en inglés. Los asistentes se acercan a la gente y preguntan si disfrutaron la clase, en español y en inglés, a lo que la gran mayoría dice que sí, pero algunas personas se mantuvieron en silencio. ¿No estaban prestando atención?, ¿Realmente no disfrutaron la clase? No lo sabremos, no respondieron al respecto tampoco. Tampoco hay que juzgarlos, hay gustos para todos, el tango tal vez no era para ellos. Hubo un par de personas que mencionaron la dificultad que se les presentó en la clase, en su mayoría mujeres que no podían caminar hacia atrás sin voltearse.



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